miércoles, 31 de marzo de 2010


Raúl Alfonsín inició a los 18 años su militancia política en la Unión Cívica Radical, partido al que le dedicó su vida. Hoy intentamos rendirle homenaje a un titán de la democracia. Al hombre que con sólo 23 años y su título de abogado inició el largo camino de luchar sin descanso por la libertad y la igualdad. Al político con mayúsculas que fue capaz de prometerle cien años de democracia al pueblo argentino.

Alfonsín recorrió un camino en el que plantó su primer mojón en 1954, cuando obtuvo un escaño en el Concejo de su pueblo. El próximo paso fue en 1958, cuando ocupó una banca en la Cámara de Diputados bonaerense. Cuando en 1966 cae Illia, durante noventa días sufrió una fuerte depresión que lo mantuvo inactivo.

El 24 de marzo de 1976 se produjo el golpe más terrible que haya sufrido la Argentina, encabezado por Jorge Rafael Videla. Este disparate que sufrimos durante siete años desembocó en todo tipo de penurias. Alfonsín entonces denunciaba secuestros, desapariciones y militaba en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Fue también de los pocos que se opusieron a la guerra de Malvinas cuando ya el país estaba en manos de Leopoldo F. Galtieri. Ya constituido en el principal referente de la UCR, fallecido Balbín y con un gobierno militar sin retorno, se pone en marcha el proceso que nos permitiría arribar a las elecciones de 1983.

Al regresar de una gira Alfonsín anunciaba que se " investigarán los excesos de la Junta Militar". La Multipartidaria logró que se estableciera la fecha del 30 de octubre para los comicios. Alfonsín aplastó en la interna a Fernando de la Rúa e inició su campaña. En uno de los últimos intentos de la dictadura se decretó la ley de amnistía. Alfonsín sostuvo que sería anulada mientras que el candidato justicialista Italo Luder afirmaba la imposibilidad de revisarla por tratarse de un derecho adquirido que había extinguido la acción penal. La diferencia entre uno y otro permitió un notable crecimiento de la figura de Alfonsín.

Quiero referirme a algunas experiencias personales inolvidables que marcaron mi vida. El 7 de octubre de 1983 decidimos junto al correligionario Angel D’Ambrosio viajar a la ciudad de Santa Fe para asistir al acto que se hacía en un palco levantado en la esquina ubicada frente a la cancha del Club Unión. Esa noche fue gloriosa. Alfonsín habló una hora y cuarenta minutos y desarrolló una pieza oratoria magnífica. Tuvimos oportunidad de observarlo y quedar maravillados por su carisma, el manejo de sus manos, los silencios y las frases punzantes y reflexivas que enloquecían a la multitud. Pero además, finalizado el acto y gracias a una gestión de Aníbal Reinaldo, por entonces candidato a gobernador, tuvimos el privilegio de participar de la cena que se realizó en un hotel céntrico. Se lo veía extenuado y al día siguiente lo esperaba un acto en Misiones. Sin embargo fue el último en retirarse.

Volvimos de Santa Fe eufóricos y convencidos de que ganar las elecciones era posible. Con los días el clima favorable en el país se iba extendiendo. Aquello que había comenzado un año antes con el famoso discurso en el estadio de Ferrocarril Oeste estalló primero en el Obelisco y luego en el Monumento a la Bandera, donde un "río" interminable de gente acudió con banderas de todos los colores a ese acto inolvidable para la ciudad. Aquel 28 de octubre no habló una hora cuarenta; su disfonía era evidente y su cansancio ostensible. Nuevamente tuvimos oportunidad de estar en el palco y muy cerca de él. Se sentó en un tablón, se aflojó la corbata y mirándolo con ojos mansos y pícaros le dijo a Víctor Martínez, su compañero de fórmula: " Mirá cordobés: los genoveses te mataron con el acto que hicieron". En Rosario no hubo cena, Alfonsín se fue rápidamente a Buenos Aires pero gran parte de la ciudad se mantuvo en las calles bulliciosa y festiva porque se venía la democracia que prometía Alfonsín, que hacía vibrar con su rezo laico recitando el Preámbulo de la Constitución. Llegó el 30 y se consagró presidente.

Alfonsín fue durante toda su vida un gran lector. Entre sus filósofos preferidos siempre estuvo Erich Fromm. Quiero citar dos frases de él a propósito de las banderas que siempre levantó el ex presidente: la libertad y la igualdad. Con respecto a estas el alemán tiene dicho que la libertad es la capacidad de obedecer la voz de la razón y del conocimiento. En cuanto a la igualdad, escribió que se produce cuando al descubrirse uno mismo por completo, se reconoce igual a otros y se identifica con ellos. Creo que ambas definiciones son una síntesis de lo que significó para los argentinos este hombre que hoy despedimos apesadumbrados porque sin dudas que la democracia, las instituciones, la República, el pueblo compuesto por hombres y mujeres que fueron los protagonistas de muchas luchas en el país, lo recordarán por siempre.

El Alfonsín que desde el gobierno luchó en forma incansable contra los grupos de poder más concentrados, que juzgó a las Juntas, que quiso democratizar el sindicalismo, que quiso modificar un sistema de salud que hoy sigue siendo inequitativo e injusto, que discutió con Reagan ante los ojos de todo el mundo, que chocó con una parte de la Iglesia hasta tomar un micrófono en el altar, que nombró un ministro de Educación agnóstico, que estableció las bases para el Mercosur, que cerró el conflicto que pudo terminar en guerra con los hermanos chilenos, que soportó las embestidas de los Rico, Seineldín y Gorriarán Merlo, que no tenía las cosechas actuales y pese a ello enfrentó los insultos y agravios de aquella Sociedad Rural, que padeció la intolerancia de quienes esmerilaron su poder con trece paros a pesar de que en la peor época la desocupación real era del 7 por ciento y que hasta poco tiempo antes de morir recorrió las calles del país con la frente alta, y que por supuesto también cometió muchos errores que estoy convencido hoy quedan minimizados por el coraje y el valor que aportó a la lucha por un futuro mejor para nuestros compatriotas. Por eso es que creo que la muerte lo proclamó inolvidable.


Gracias, Raúl.